Relatos

El poder de la palabra en manos de la prensa deforma la lengua y desdibuja la realidad

La palabra expresa, mediante un signo, un concepto que se tiene en la mente y en el corazón.







El periodista, como vehículo de la información, hace uso y modifica el castellano, alterando, no solamente los significados preestablecidos por la Real Academia de la Lengua Española, sino los conceptos con los cuales formamos nuestra visión de la realidad..






La monopolización de la información, producto de la fusión de grandes empresas de servicios informativos, con medios de comunicación impresos y radioeléctricos, llevados a la red, convierte a la noticia, en el instrumento de penetración sicológica más eficaz, ideado por la sociedad de consumo para inducirnos, a través del concepto de la globalización, hacia un mercado cada vez más cautivo, el de los sueños.


Desde la aparición de la palabra impresa, momento en que la comunicación se hizo masiva y condujo al desarrollo intelectual de las civilizaciones, hasta nuestros días, la información periodística, la noticia, sigue siendo, para millones de lectores, en diversas partes del mundo, una representación de la realidad.


Ese público lector, cuya visión del mundo y de la realidad ha sido construida mediante la lectura cotidiana de cientos de noticias publicadas en la prensa, es ajeno al hecho de que, para su elaboración y construcción gramatical, han sido seleccionadas las palabras, casi con precisión de cirujano, para producir un efecto más allá de un mero significado, un sentimiento que exprese una emoción y se traduzca, posteriormente en una matriz de opinión o al menos en una acción de consumo. Todo ello para mantener el delicado equilibrio entre las relaciones de poder.

En la redacción de una información, de una noticia, la estructura gramatical, basada en un lead, cuerpo y cola, así como el manejo del lenguaje con fines y propósitos previamente establecidos en las llamadas políticas editoriales, ha prevalecido en las empresas periodísticas, desde sus inicios con el papel hace dos siglos, hasta sus actuales versiones on line.

Tal y como lo dice el profesor español Aguilar Gómez, es una especie de compromiso entre elementos predefinidos que establece la lengua y elementos imprevisibles que usan los reporteros en la redacción, con el objeto de vender una idea de manera impactante y de acuerdo a una línea editorial que finalmente lleva a la comercialización de la lengua.

Ese compromiso, que constituye la parte fundamental de la comunicación, se dirige en primer lugar a la finalidad del mismo sistema, que es transmitir una información, una distracción o la entrega de un valor cultural a la sociedad, para formar una opinión pública. De allí que, su esencia sea, de servicio a la sociedad y no, convertirse en principal promotor del consumismo, como una ideología e incluso como una forma de vida, lo que –entre otros efectos- produce una pérdida de la libertad de expresión en los mismos medios, ya que no les permite informar la verdad en su totalidad y lesiona además, la libertad de estar bien y verdaderamente informado, entendiendo, no sólo la cantidad de información, sino su calidad, su verdad, sus valores.

Una solución, preferida por muchos medios, es la de establecer un autocontrol, un “Código de Etica”, sobre cuyas bases, los redactores se autolimiten.

Comencemos por el medio de comunicación más sencillo y apropiado que existe: La palabra. Hablar es manifestar a otro el propio conocimiento. La palabra expresa, mediante un signo, un concepto que se tiene en la mente y en el corazón.

La palabra es primeramente interior y espiritual, después es exterior y sensible, aunque nosotros conozcamos y recibamos primero la palabra sensible y luego la intelectual.. los aspectos sensibles son necesarios por razón de la constitución de corporal del hombre, pero por naturaleza, son posteriores al verbo mental y vienen determinados y configurados por éste como causa ejemplar y final. –decía Santo Tomás de Aquino-

Cuando esa comunicación tiene una proyección social, es decir que llega al gran público, se habla de medios de comunicación social.

La prensa escrita, es obra del diseño gráfico, en donde caracteres, líneas, trazos e imágenes se disputan diariamente el poco espacio que su formato le permite, por la presión de intereses económicos, políticos y hasta personales. Podría decirse que, por una parte, la falta de espacio es una de las razones por las cuales, los editores han estimulado en los redactores, el uso abusivo de las siglas, la estereotipación y la personalización, que, lejos de aportar elementos enriquecedores a la función expresiva de las palabras, mas bien, conducen al enrarecimiento del idioma. Además se copian frases, modismos foráneos para utilizarlos en la cotidianeidad comunicacional de nuestra identidad cultural, adaptando el significado de las palabras a un propósito comercial y no a lo que realmente representan como expresión.

El sistema narrativo de la prensa opera como el discurso que articula los intereses de los diversos actores sociales a los cuales interpela como interlocutores, desarticulando otros. Se trata de construir el mundo discursivamente, lo cual implica apropiar y rearticular elementos de discursos diversos y darlos al receptor con un nuevo sentido.

El profesor español Alejandro Aguilar Gómez subraya que el comunicador es un influenciador, que su mensaje retórico apunta a influir sobre el público, tratando de que los demás adopten la opinión del comunicador. En este caso, -agrega- todo comunicador es un influenciador, en el sentido en que selecciona, con precisión, los términos de los mensajes que elabora.

El semiólogo francés Claude Bremond, en su libro Investigaciones Retóricas II reconoce dos tipos de modificación: intelectual y afectiva.

Por la primera se intenta influir a través de la información que ya tiene el público (sea positivamente (confirmando lo que es propiedad de quienes resultarán influidos), sea negativamente (disimulando una información, negándola sutílmente).

En la vertiente afectiva, el influenciador actúa sobre los móviles que pueden inducir a alguien a desear o a temer algo de la realidad (esperanza de ciertas satisfacciones o miedo a ciertas insatisfacciones). Lo que importa aquí no es tanto el informar como el conmover, o utilizando un término docente: sensibilizar.

Estos dos niveles de influencia se pueden ubicar en dos terrenos: el intelectual en el político y el afectivo en la comercialización de la lengua como vehículo distractor de adopción de actitudes.

La preparación profesional y la cultura del emisor, son para el profesor Antonio Pasquali, elementos tangenciales, pero válidos para el análisis de los mensajes y cómo éstos construyen la imagen de la realidad social.

La proliferación de Escuelas de Comunicación Social en nuestro país, en vez de significar la verdadera valoración de la importancia del periodismo en la sociedad, ha surgido como una respuesta a la creciente demanda de aspirantes, quienes, en su mayoría, ven en el periodismo un trampolín para incursionar en la pantalla chica o una profesión acomodaticia para diversos fines. Esta situación, se caracteriza por la escasa o deficiente preparación cultural de los periodistas, lo que agudiza el deterioro del ejercicio de la profesión, debido a que pierde su naturaleza crítica y su razón social, para convertirse en un apéndice de las políticas editoriales de las empresas periodísticas, comprometidas con la sociedad de consumo. Un periodismo deficiente hasta en su gestación, hace imposible que su resultado pueda contribuir a la formación cultural de la sociedad y el hombre.

Este es uno de los elementos que más preocupa a los investigadores del área. En nuestro país, los cambios ocurridos en la política contemporánea, tuvieron su impacto en los medios audiovisuales, en donde acudieron varios líderes como Paulina Gamus y Aristóbulo Istúriz, ejerciendo funciones de moderador de programas de opinión y al mismo tiempo, bajo esa nueva trinchera, expresar sus opiniones y de algún modo, mantener su vigencia en la opinión pública, ya que como políticos habían dejado de ser interlocutores válidos. Por otro lado, los cambios han colocado a un reducido grupo de periodistas, en la difícil posición de sustituir el papel de la extinta oposición política, en una diatriba a la cual se añade el enfoque mediático del Presidente de la República, quien planifica, en forma estratégica, sus visitas a los programas de mayor audiencia en los medios de comunicación.

Vivimos en el mundo irreal de la noticia, porque para que sea real no basta que los hechos transmitidos hayan ocurrido, sino que se transmitan en su verdadero contexto, que no se oculten las noticias buenas simplemente porque no crean mercado, que no se busque el escándalo como medio de crear un negativo consumo de la noticia sensacionalista; que no se inspiren en el irrespeto a la persona humana y su dignidad.

Es la apariencia, el mundo de lo falso, lo que ha llevado a la propaganda globalizante de la persona humana y sus valores, del engaño común.

La cultura política del ciudadano se nutre, entre otros factores de la información que recibe a través de los medios, de tal suerte que una conducta política se fundamenta, primero, en una visión del mundo ( la que presentan los medios, incluyendo lo que es preferible o no) y en segundo lugar, de la formación de un nivel de aceptación o rechazo, proporcional a la frecuencia con la cual, quienes poseen la información y tienen los recursos para su emisión global, las presentan, las difunden, y así construyen , en corto plazo, matrices de opinión, que van forjando una cultura, una posición en relación a ciertos temas.

El hombre tiene más miedo de la cercana apariencia del humano poder de la opinión, que de la lejana e inerme luz de la verdad” dice Joseph Ratzinger, quien añade: “ la apariencia del mundo, que nos ofrecen los medios, cada vez más gobierna al mundo. El miedo por lo aparente se convierte en poder universal y paraliza la audacia de la verdad.

Los medios funcionan como vínculos entre la sociedad política y la sociedad civil, zanjando la brecha imaginaria que separa al ciudadano común de las acciones políticas y del gobierno; la información que proporcionan es el vehículo más cercano que el individuo posee para la percepción de su realidad social no mediata. La información, supuestamente objetiva, de los medios impresos se nos presenta con una estructura discursiva que, sólo bajo el análisis minucioso, se puede apreciar, como la materia prima para la implantación paulatina y constante, de la cultura predominante, menospreciando nuestras raíces, nuestras tradiciones.

La información impresa vale decir, en la prensa escrita, posee todavía la capacidad de calificar eficazmente, la distinta importancia de los problemas presentados. Proporciona a los lectores, una indicación fuerte, constante y visible de relevancia.

Una noticia puede dar sólo datos: cuándo, cómo, cuánto, dónde, etc, pero al tener que darle un sentido sensacionalista, se produce un aumento de contenido desinformante. Como esta práctica se ha generalizado debido a los pocos valores morales y al excesivo interés consumista, es necesario guardar un prudente espíritu crítico ante la verdad de la noticia.

Una noticia puede carecer de verdad, por exagerar uno solo de los datos o por silenciar un aspecto importante.

El hombre de la calle ha aprendido a interpretar el discurso periodístico de manera que éste le explica y legitima, además, los valores que son concordantes con su cultura política.

Como diría Adorno, en la tarea de entender lo inentendible, los individuos reaccionamos haciendo uso de dos recursos utilizados hábilmente por los medios masivos de comunicación, la estereotipación y la personalización, a través de los cuales, la realidad es ubicada en dos categorías antagónicas, lo bueno y lo malo, lo deseable y lo indeseable. De tal manera opera la lógica de la información y del discurso, en los medios de comunicación colectiva, que, por un lado, el individuo se siente informado objetivamente porque lo que se le entrega es, en apariencia el dato frío y tecnificado, que en esencia no entiende pero que suena como la solución más lógica a un problema técnico al cual se le aplica una solución política; y por otro lado, al encontrarse inerme ante la posibilidad de construirse un verdadero espacio de participación política, reacciona inventándose una opinión para encubrir su propia ignorancia con respecto al tema.

Así como existió el mito del Dorado, hoy, el mito es, la globalización de la información, cuya expresión tangible es la similitud de las noticias internacionales que recibimos por radio, tv, internet etc, similares, desde el tratamiento de la noticia hasta en su redacción. La monopolización de la información, producto de la fusión de grandes empresas de servicios informativos, con medios de comunicación impresos y radioeléctricos, llevados a la red, hace de la información, de la noticia, el instrumento de penetración sicológica de la sociedad de consumo para inducir, a través del concepto de la globalización, hacia un mercado cada vez más cautivo de los sueños.

Los propios medios establecen el límite de la participación ciudadana a las informaciones. La constitución propia del mecanismo de la opinión pública se ve supeditado al ritmo de las agencias periodísticas, al pulso de los temas informativos que inundan las páginas de los periódicos, de manera tal que el individuo no tiene oportunidad de formarse una opinión fundamentada sobre algo, porque inmediatamente después, su atención se ve distraída hacia otro asunto. Decir que los temas constituyen la estructura del proceso de la comunicación política significa también, decir que los temas establecen el universo del sentido de las experiencias y conductas, opiniones y decisiones de la política.

En una sociedad pluralista se puede llegar a crear una falsa imagen de libertad y de respeto de la opinión y criterios de las personas, cuando en realidad, lo que ocurre es una ofensiva de antivalores, cuyos centimetrajes de prensa y horas contínuas de programación en radio y tv, no deja espacio ni lugar para mensajes con valores trascendentes. Y esto se da aún cuando para proyectar esa apariencia de pluralismo y respeto de las opiniones existentes, se incluyan de vez en cuando algún artículo o alguna programación con verdaderos valores.

Esta es la maravilla de la acción de los medios de comunicación, una acción que hace posible una concepción uniformizada del mundo, pero que al mismo tiempo nos ofrece la ilusión de la conciliación de los intereses de las distintas clases en una versión sintetizada, que aglutina los diferentes discursos en uno solo.

Los avances tecnológicos en el mundo de la comunicación han hecho posible hoy día, que vivamos en un mundo en donde la información, producida en el rincón más remoto del planeta, pueda ser conocido simultáneamente, en cualquier otro sitio, por muy alejado que esté.

Paradójicamente, el mundo está siendo, informado y desinformado a la vez. Esto es posible, debido a que la información pretende presentarse como una realidad comunicacional neutral, meramente técnica, y esto en sí mismo no es posible; no tanto por la noticia en sí, sino por el informante y el informado que requieren, por su propia naturaleza, que la noticia sea racional para que sea inteligible, pero el ser racional implica que contenga ideas que pueden estar explícitas o implícitas.



La Noticia debe enriquecer al hombre

Las noticias no pueden empobrecer al hombre en su visión del mundo, de los acontecimientos, sino que al contrario deben enriquecerlo. De los hechos, positivos o negativos, el receptor debe sacar una lección edificante en sus criterios y en su valoración cultural.

Los medios de comunicación social están al servicio de la persona humana.

Estar al servicio de la persona humana en cuanto a la información incluye estar al servicio de la verdad, ya que el ser humano en su conocimiento lo que busca es la verdad como su objeto propio, y junto con la verdad busca el bien; ninguna información en realidad es éticamente neutra; la verdad no consiste en un promedio de varias opiniones. Tampoco es la verdad todo lo negativo.

El aspecto ético es intrínseco al manejo de las palabras. El Papa Juan Pablo II se refirió en uno de sus discursos al ejercicio del periodismo y dijo:

“Ninguno es profesional de la pluma para el propio uso exclusivo. La dimensión social es la razón de ser y quizá, el aspecto más delicado del periodismo moderno. Exige apremiante e incesantemente un esfuerzo de sintonización con las longitudes de onda de la realidad, y un discernimiento equilibrado que salvaguarde límpidamente los derechos de la verdad y los deberes para con la sociedad. Es un grave problema de responsabilidad del que, sin duda, sentís todo el peso, sobre todo cuando están en juego temas que afectan profundamente las razones supremas de la existencia. Esto vale de modo especial para nuestros días, cuando se multiplican los peligros de deformación y manipulación de la verdad objetiva: que es, ante todo, la verdad del hombre y sobre el hombre.”

Ardua es la tarea de devolver a los medios de comunicación su auténtica y verdadera finalidad. No se trata sólo de alcanzar un desarrollo tecnológico significativo en la ciencia de la comunicación e información, antes bien, consiste este proceso, sobre todo, en lograr mayor riqueza temática basada fundamentalmente en los valores trascendentes y morales del contenido de lo transmitido.

Ese desarrollo de valores en el contenido sólo se logrará si hay una transformación en la formación de la persona humana, la cual es sujeto y objeto de la comunicación.

La verdadera trascendentalidad del ser humano es su capacidad de comunicación y de transformación de su realidad con tan sólo el uso de la palabra.

El valor intrínseco de la comunicación está en su capacidad formativa y en su efecto liberador de la conciencia.

Desde las universidades, los periodistas de la educación superior, debemos asumir el análisis preventivo de los cambios existentes en los procesos comunicacionales que van modelando la conciencia humana, para satisfacer los ideales de la sociedad de consumo.

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